No te calentés… (largum vivirum)
Por Ana Jensen
Si había algo que molestaba a Juana era que en el cine le comieran pochoclo en la oreja. Y de postre, caramelos envueltos en celofán. Se sacaba de onda. No se podía concentrar en la película hasta que se comieran el último maíz. Siempre fue así.
Sin embargo, este año para Juana, ha sido un año de grandes cambios en el que el foco de sus padecimientos de rutina, han hecho un cambio notable y con el correr de los meses, se fue direccionando (el foco), hacia otras cuestiones.
Ahora a Juana esas nimiedades ni le van ni le vienen. Es más, ahora que volvió a animársele al cine, ella misma pide un cartón de pochoclo y hasta se anima a revolear alguno en la oscuridad, en complicidad de sus hijos, que lo encuentran de lo más divertido (al cambio de estrategia generacional de su madre, claro, no lo pueden creer).
¿Y por qué? ¿Cómo por qué? Porque se dio cuenta, este año, que lo mejor que le podía pasar era poder estar en el cine rodeada de fanáticos pochocleros y cocacoleros insaciables pero felices, mientras todos se sumergen en un mundo de fantasía, al menos por un rato y dejando para después, para la salida; los vaivenes de la vida real.
Es que a Juana, saben; le llegó la cuenta del gas, igual que a usted, igual que a mí y eso sí que la sacó de onda, la enfureció totalmente porque además, le llegaron otras cosas: la cuenta de internet, el celular (en este mismo momento está esperando que llegue la nena del centro para amputarle el aparatito); la luz, la veterinaria (el michifuz se lamió solo todo el invierno y ahí están las consecuencias, bolo fecal…ouch); la llamó la gestora, justo ahora después de tantos meses para decirle que finalmente le pudieron dar de baja al coche que compró en el conurbano, que está todo bien pero que había que pagar algunas patentes viejas bla bla…y el colegio. La (las) cuotas del colegio, que se le amontonan una atrás de la otra como cachetada de loco, ah, y el egreso, a full la nena (no sólo le da al celular) sino que se acerca la hora de la verdad, egreso más cena más baile más vestido más viaje…
Cuando Petra llegó a la casa de Juana para tomarse unos mates como de costumbre, la encontró en pleno estallido y blandiendo por los aires y a puño cerrado la boleta del gas y se bancó estoica, toda la perorata de su amiga.
- Bueno, Juana, no te calentés…
- ¡Que no me caliente! ¿Qué no me caliente? ¡Claro que no me voy a calentar, con la cuenta del gas que me llegó, ni yo ni mis hijos nos vamos a calentar! Claro que no. Porque por más amparo y la mar en coche y una cola de dos cuadras que me comí porque ya pagué porque viste, yo soy de esas. Esas que pagan y esa plata me la va a devolver Montoto, me la va a devolver…y quién se le anima a la estufa ahora, ¿eh? ¿Quién?
- Bueno… sí, tenés razón -ensayó Petra- ¿tomamos unos matecitos? ¿Dale?
-¿Y sabés qué es lo que más me embola? , desoyó Juana a su amiga. Que yo no soy ninguna gil y leo. Leo todos los diarios. ¿Sabés porqué nos aumentaron tanto el gas? Porque según leí, tienen que cubrir el costo de importar 6,5 millones de metros cúbicos de gas de Bolivia, además de ocho millones de gas natural licuado por día, para cubrir la demanda interna, porque la producción local no alcanza. El año pasado - continuó - este Gobierno gastó 1.400 millones importando gas… ¿Y por qué? Porque se agotan las reservas, hay menos producción y las petroleras no invierten y quién paga? ¿eh?¿eh? Nosotros, los giles…
- Sí, es cierto, pero…
- Pero minga, compran terrenos fiscales, se enriquecen, hay denuncias por todos lados y nada, no pasa nada. ¿Leíste lo del Bolsón? Por favor, y nosotros acá, pagando cuentas, entre la gripe A y el dengue que se viene en cualquier momento…no sé, no sé, qué sé yo…
- Dale, dale, Juana. Para el dengue todavía falta. Tomemos unos mates. No te calentés. Hoy es un día fantástico, parece primavera, no sabés el sol que hay afuera. Vamos al jardín un rato a respirar aire puro. Viste, como decía el Negro Olmedo… “Siempre que llovió paró…” y esta vez, no será la excepción. ¿Cuándo no salimos de una? Nos dan con un caño pero salimos, una y otra vez y esta vez, también lo haremos.
Juana agarró el mate y Petra la pava. Se sentaron en el pasto, en silencio. De pronto, ¡zzzzzzzzzz! un mosquito irrumpió en la escena. Las amigas se miraron por un rato y luego y al unísono rompieron el silencio a carcajadas. Después de tanto, a esa altura del día, lo único que les calentaba, era el sol.
Por Ana Jensen
Si había algo que molestaba a Juana era que en el cine le comieran pochoclo en la oreja. Y de postre, caramelos envueltos en celofán. Se sacaba de onda. No se podía concentrar en la película hasta que se comieran el último maíz. Siempre fue así.
Sin embargo, este año para Juana, ha sido un año de grandes cambios en el que el foco de sus padecimientos de rutina, han hecho un cambio notable y con el correr de los meses, se fue direccionando (el foco), hacia otras cuestiones.
Ahora a Juana esas nimiedades ni le van ni le vienen. Es más, ahora que volvió a animársele al cine, ella misma pide un cartón de pochoclo y hasta se anima a revolear alguno en la oscuridad, en complicidad de sus hijos, que lo encuentran de lo más divertido (al cambio de estrategia generacional de su madre, claro, no lo pueden creer).
¿Y por qué? ¿Cómo por qué? Porque se dio cuenta, este año, que lo mejor que le podía pasar era poder estar en el cine rodeada de fanáticos pochocleros y cocacoleros insaciables pero felices, mientras todos se sumergen en un mundo de fantasía, al menos por un rato y dejando para después, para la salida; los vaivenes de la vida real.
Es que a Juana, saben; le llegó la cuenta del gas, igual que a usted, igual que a mí y eso sí que la sacó de onda, la enfureció totalmente porque además, le llegaron otras cosas: la cuenta de internet, el celular (en este mismo momento está esperando que llegue la nena del centro para amputarle el aparatito); la luz, la veterinaria (el michifuz se lamió solo todo el invierno y ahí están las consecuencias, bolo fecal…ouch); la llamó la gestora, justo ahora después de tantos meses para decirle que finalmente le pudieron dar de baja al coche que compró en el conurbano, que está todo bien pero que había que pagar algunas patentes viejas bla bla…y el colegio. La (las) cuotas del colegio, que se le amontonan una atrás de la otra como cachetada de loco, ah, y el egreso, a full la nena (no sólo le da al celular) sino que se acerca la hora de la verdad, egreso más cena más baile más vestido más viaje…
Cuando Petra llegó a la casa de Juana para tomarse unos mates como de costumbre, la encontró en pleno estallido y blandiendo por los aires y a puño cerrado la boleta del gas y se bancó estoica, toda la perorata de su amiga.
- Bueno, Juana, no te calentés…
- ¡Que no me caliente! ¿Qué no me caliente? ¡Claro que no me voy a calentar, con la cuenta del gas que me llegó, ni yo ni mis hijos nos vamos a calentar! Claro que no. Porque por más amparo y la mar en coche y una cola de dos cuadras que me comí porque ya pagué porque viste, yo soy de esas. Esas que pagan y esa plata me la va a devolver Montoto, me la va a devolver…y quién se le anima a la estufa ahora, ¿eh? ¿Quién?
- Bueno… sí, tenés razón -ensayó Petra- ¿tomamos unos matecitos? ¿Dale?
-¿Y sabés qué es lo que más me embola? , desoyó Juana a su amiga. Que yo no soy ninguna gil y leo. Leo todos los diarios. ¿Sabés porqué nos aumentaron tanto el gas? Porque según leí, tienen que cubrir el costo de importar 6,5 millones de metros cúbicos de gas de Bolivia, además de ocho millones de gas natural licuado por día, para cubrir la demanda interna, porque la producción local no alcanza. El año pasado - continuó - este Gobierno gastó 1.400 millones importando gas… ¿Y por qué? Porque se agotan las reservas, hay menos producción y las petroleras no invierten y quién paga? ¿eh?¿eh? Nosotros, los giles…
- Sí, es cierto, pero…
- Pero minga, compran terrenos fiscales, se enriquecen, hay denuncias por todos lados y nada, no pasa nada. ¿Leíste lo del Bolsón? Por favor, y nosotros acá, pagando cuentas, entre la gripe A y el dengue que se viene en cualquier momento…no sé, no sé, qué sé yo…
- Dale, dale, Juana. Para el dengue todavía falta. Tomemos unos mates. No te calentés. Hoy es un día fantástico, parece primavera, no sabés el sol que hay afuera. Vamos al jardín un rato a respirar aire puro. Viste, como decía el Negro Olmedo… “Siempre que llovió paró…” y esta vez, no será la excepción. ¿Cuándo no salimos de una? Nos dan con un caño pero salimos, una y otra vez y esta vez, también lo haremos.
Juana agarró el mate y Petra la pava. Se sentaron en el pasto, en silencio. De pronto, ¡zzzzzzzzzz! un mosquito irrumpió en la escena. Las amigas se miraron por un rato y luego y al unísono rompieron el silencio a carcajadas. Después de tanto, a esa altura del día, lo único que les calentaba, era el sol.
1 comentario:
Excelente!
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