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miércoles, 29 de julio de 2009

Panorama urbano

El sol del mediodía es lo que los iguala.
El cuerpo de los tres se templa en el frío porteño.
Pero es lo único, salvo el lugar, que también es el mismo.
La moneda otra vez, mostró sus caras.
Las realidades tan distintas. Los rumbos, contrapuestos.
Cara y cruz. O mejor dicho, cara, (hambre) y cruz...

martes, 28 de julio de 2009

Quiet nights...


Donde las palabras sobran...

Martina

¿Cuántas lágrimas va a costarte esta sonrisa?
Mantenerla. Así, siempre tan clara,tan carcajada.
Porque ya se ve, tenés ese don.
El de perseguir la vocación.
Las ganas de ser lo que el destino te marca a fuego.
Contra el que no te vas rebelar.
¿Cuántas alegrías va a costarte esta sonrisa?
Todas.
Todas las lágrimas que yo pueda atrapar.
Todas las sonrisas que podamos compartir.
Todas las que sean necesarias para crecer y ser.
En libertad.

Paradoja

En cada vuelo, el Hornero pasa por el lugar y se siente un tonto.
- ¡Ja! - piensa- "No entrar", que nadie entrara, nadie.
Era lo que quería, cuidar su propiedad, resguardarla de invasores.
Hacerla una fortaleza que lo protegiera de los peligros.
Su casita de barro sería una burbuja. Libre de todo.
Y está bien. Fue con mucho esfuerzo que lo consiguió.
Hacer su casa. Tener todo lo que tuvo.
Pero entre todas esas cosas, olvidó una cosa.
Que nada. Nada pude construirse nunca a espaldas de los demás.
Y ahora, no entra nadie, pero él tampoco.

Algunas florecen, otras marchitan...


lunes, 13 de julio de 2009

Gretel


Las cosas de la vida

Recorro los estantes mientras los observo, pero no me decido por ninguno. Justo yo, que podría contar mi vida a través de los objetos, debo elegir uno. Sólo uno. No es fácil. Siento que al elegir uno, traiciono a otro, y hablo de momentos, de recuerdos que a lo largo de la vida he atesorado guardando cosas.
Cosas de la vida que han significado mucho para mí, por representar momentos o lugares especiales. Me piden que elija una. Hay de todo. No sé, desde un cencerro y un candado de tranquera, los dos muy antiguos, pasando por palitos, piedras, caracoles increíbles; un clavo retorcido y oxidado que encontré allá en el campo, en El Carretero; monedas (una china), una herradura muy vieja que descubrí enterrada a la salida de una cantera, aquí en Tandil; arena volcánica de un lago del sur o tierra colorada, de mi suelo natal, de aquel pueblo que hoy se llama Libertad.
Los recorro y voy recordando cosas. No siempre quiero. Me encuentro con la última copa, juntos; con la bocha del último partido y esas cosas. Me encuentro con mis cosas mientras que al paso de mi dedo va quedando una marca. Sí -pienso- falta una buena plumereada, como la que ahora pasa por mis pensamientos.
Están en la biblioteca. La mandé a hacer a medida, con muchos estantes. Papá tiene una en su casa, que es como un museo de ciencias naturales, es como meterse en un libro de historia, hay toda clase de cosas, bichos, arcos, flechas, piedras, cosas de lugares, de momentos, cartas manuscritas, fotos viejas y amarillas. Desde chica, supe que tendría una igual a la que tiene papá y allí mostrar o mostrarme creo, mi propia historia. En aquel entonces, me preguntaba si algún día llegaría a tener una vida tan interesante que me llevarían a juntar cosas tan increíbles como los objetos que veía, con tanta personalidad, distintos. Casi sin darme cuenta, hoy en casa, los recorro con una carga de nostalgia pero sin tristeza.
Sigo adelante, recordando y recorriendo el pasado y el presente en las cosas, cuando de pronto, mi mirada se queda fija. Ahí estaba. Ya lo había encontrado. “Ese es el objeto, no hay dudas”, me digo en silencio. Cómo no lo supe antes, me pregunté al tiempo que lo levanto y limpio un poco.
Es una medalla, muy pequeña y desde el centro, la figura de una Virgen parece rezar. Está grabada, alrededor de su forma medio ovalada, en inglés y al pie, hay una fecha: 1850. Atrás, con una serie de dibujos que no alcanzo a entender, se puede leer “Italy”.
Recién ahora me percato de todas estas descripciones, de la fecha y de lo que puede significar, que esta Virgen provenga de Italia. Me quedo un poco intrigada, la medalla parece ser de plata, opacada por el tiempo. El ganchito original, para colgarlo de una cadenita, estaba roto. Entre los bordes y la figura, los espacios están calados y desde allí, el mismo día en que me la dieron, la até con un tiento, para que no fuera a perderla. Tenía una misión que cumplir y desde el momento en que la recibí, extrañamente me aferré a ella.
Aún hoy y luego de tantos años, me asombra el efecto que ese pequeño objeto surtió en mí y en el resto de la familia. Nunca pensé que yo, que no fui educada en la religión; que nunca había creído (ni creo) en las imágenes, en los santos y esas cosas (aunque las respeto y confieso que de cuando en cuando recurro a Dios para pedirle o protestarle por algo pero más bien a las apuradas, algo así como “¡Hay, Dios!”, ¡cómo puede ser!”); me quedaría tan enganchada con esta medallita, casi como un objeto de culto.
Me siento e inevitablemente, las imágenes de aquellos días vuelven a mi mente, proyectándose como una película. Y aquello fue como una película. Médicos, consultas, más médicos. Las culpas, los miedos. La decisión ante una pregunta que nos correspondía contestar: “¿Quieren que su hija tenga una vida normal?, así va a poder vivir pero no tendrá calidad de vida, sufrirá horrores, estará físicamente limitada. De lo que ustedes decidan, dependerá su futuro…”.
Dijimos que sí, casi enseguida, su papá y yo, que Gretel iría a cirugía. Estábamos decidiendo por ella, que entonces tenía 15 años y nos acompañó en nuestra decisión, pero sabíamos que era porque confiaba en nosotros. El titanio entraría a su cuerpo y reforzaría su columna. Los preparativos fueron duros y la operación, llevaría seis horas.
Y un día, llegó el día. Minutos antes de que la llevaran a la sala de operaciones, un amigo golpeó a la puerta. Llevaba una medalla e hizo que la palma de mi mano la envolviera y la dejara apretada. Mirándome a los ojos que ya estaban húmedos, dijo: “Esta medalla la recibí en mis manos, cuando alguien creyó que la necesitaba. Ahora la necesitan ustedes. No me la devuelvas. Cuando alguien, a quien quieras mucho la necesite, simplemente, dásela”.
Es domingo. El ventilador hace todo lo que puede pero hace mucho calor igual. La puerta de la calle se abre y ella entra:
-Hola ma, ¿qué hacés?
-Hola, Gret, nada, escribo, ¿y vos, de dónde venís?
- A qué no adivinás de dónde vengo, ¡de hacer rappel, ma!¡Estuvo buenísimo..!, dijo yéndose a su cuarto, feliz.
Dejo la medalla en la biblioteca. Pienso que es sólo un metal, una antigüedad pero no, confieso que creo más que eso. Creo que es la representación de la fuerza, de la unión de los buenos deseos, la fuerza de la fe.
Dejo la medalla en su lugar. Allí seguirá pero sólo, hasta que alguien más la necesite.

Vuelo (2)


Vuelo


¡Oh, oh! Me parece haber visto un lindo perrito...


viernes, 10 de julio de 2009

Igual, florecen (2)


Igual, florecen...


Diálogo de una mitad con otra mitad

Dos hombres conversaban entre sí. Uno de ellos contaba entusiasmado que había ido a ver el partido de Huracán y Vélez. Describía los detalles de los disturbios y empujones que tuvo que soportar a la hora de comprar las entradas. Cuando terminó esta historia, siguió con el programa para esa noche. “Vamos al cine con la bruja y después a cenar con unos amigos”, dijo.
El otro, escuchó atento esperando que su interlocutor finalice. Cuando finalmente lo hizo, le preguntó si no tenía miedo de contagiarse la gripe A, si no leía los diarios, donde aconsejaban quedarse un poco en casa, evitar aglomeraciones. Que solo serían unos cuantos días, para tratar de cortar la cadena de contagios y así, intentar salir de esta peste que nos tiene rodeados, cuanto antes.
- Nooo, no pasa nada además, viste que bajaron los casos, acá en Capital y Gran Buenos Aires ya hay como una meseta de la gripe, bah, no sé no entiendo mucho de eso pero ya está, tampoco la paranoia…
El otro, que sí había decidido limitar las salidas con los chicos que no estaban yendo al colegio justamente para cortar la cadena, perdiendo días de clase; que no iban al club a practicar el deporte que tanto les gusta, que habían suspendido el cumple de Ramiro en el pelotero del barrio y que él mismo, que con su mujer había decido abandonar por unos días el cine, las cenas afuera y que se había perdido el congreso en Tandil que tanto le interesaba, en nombre de la salud de la población; lo miró un rato en silencio, para decirle después lo que pensaba:
- Claro, claro, está bien. También leí que hay menos contagios, que se está rompiendo el círculo y eso pasa justamente, gracias a la otra mitad de la gente que sí decidió comportarse solidariamente y unirse al pedido de los médicos que están dando batallas sin cuartel, arriesgando en muchos casos hasta su propia vida metidos todo el día en un hospital. Gracias a la otra mitad que se comportó y comporta más responsablemente en esta emergencia sanitaria. Porque una cosa es la paranoia pero otra es la displicencia, la omnipotencia y es tan peligrosa como la primera. Pero se ve que algo aprendiste y cumplís muy bien acerca de los cuidados.
-¿Qué aprendí?
- Lavarte las manos…

martes, 7 de julio de 2009

Esperando la marea


Hola mundo, ¿me escuchás? (acá estoy yo)


ENTRE TODAS ESAS COSAS ...

Entre todas esas cosas, nosotros. Entre los grandes temas; entre las grandes discusiones y debates, nosotros. Vos y yo, hombres y mujeres, que somos los nombres, el cuerpo y la cara de las estadísticas, de las encuestas. Vos y yo. Somos lo que llaman números, somos los que les ponemos el cuerpo a la realidad que se debate en la trinchera de todos los días en cada una de las ciudades de este país y el mundo entero.
Entre todas las cosas, nosotros, sobreviviendo entre ráfagas de felicidad, esperanza, angustia e incertidumbre, entre abrazos y soledad. Entre todas las cosas, como podemos, vamos en busca de nuestros sueños, los que jamás y por nada del mundo, debemos abandonar.
Acá, desde este lugar, imágenes y reflexiones. Algunas de todas esas simples y pequeñas cosas que todos los días pasan y nos pasan, entre todas las (otras) cosas.
Este espacio empieza así y aunque no sé bien cómo va a seguir tengo una certeza: que será en total libertad, sin estructuras inmóviles. Seguirá de acuerdo al ánimo, las ganas y las necesidades de compartir o no con ustedes, cada día.