En cada vuelo, el Hornero pasa por el lugar y se siente un tonto.
- ¡Ja! - piensa- "No entrar", que nadie entrara, nadie.
Era lo que quería, cuidar su propiedad, resguardarla de invasores.
Hacerla una fortaleza que lo protegiera de los peligros.
Su casita de barro sería una burbuja. Libre de todo.
Y está bien. Fue con mucho esfuerzo que lo consiguió.
Hacer su casa. Tener todo lo que tuvo.
Pero entre todas esas cosas, olvidó una cosa.
Que nada. Nada pude construirse nunca a espaldas de los demás.
Y ahora, no entra nadie, pero él tampoco.
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1 comentario:
Muy buena foto!! Y la verdad que tenés razón... vaya paradoja la del pobre hornero. De última, no sabe leer, je! Pero lo del hombre ya no tiene límites... Gran abrazo y sigamos in contact! de Sabrina
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